María Rey: cuatro años de presidencia

María Rey no era más que una joven madrileña cuya fervorosa afición por el deporte en general y el baloncesto en particular la convirtió en habitual de los partidos de Gran Cordero, "según me dijeron, el mejor equipo de Madrid, luego supe la verdad".

Fue en 2000 y la verdad es que los chicos no daban pie con bola.

Tras mantener irregularmente sus apariciones en la cancha lanar, María Rey decidió crear en la temporada 2001/02 la peña "Corderas Fanáticas", junto a sus amigas Inés Thiebaut, Raquel Lara y Lucía Muro. La peña pronto se destacó por su inusual violencia y sus amenazas a la directiva. La filtración del premio Hombre Cordero 2002 estuvo a punto de romper la asociación, pero sólo sirvió para fortalecerla desde entonces.

Y es que, apartando sabiamente de su camino a Inés, luego a Raquel y finalmente a Lucía, María Rey consiguió el poder omnímodo necesario para gestionar a un puñado de energúmenos como son los corderistas.

Gracias a María Rey hubo Fundación Cordero, fiesta incluida, y Disco Azul. Gracias a María Rey, Guille Álvaro consiguió perder dos años seguidos un título que tenía en la mano, para bien de la comunidad y no dejó que los insistentes votos de Ainhoa dieran alas al hermano pequeño, Jorge Álvaro, conocido como "El Lechal" y si bien menor en años, mayor en maldad.

Guille, desolado, se fue del país. Jorge, más sereno, creó un programa para envenenar todo el agua del planeta con sólo tocar un botón. A partir de aquel momento, empezó a ser titular con mucha más regularidad.

A lo que íbamos: gracias a María Rey, tanto Dani Pacios como Rubén Simón como Fernando López como, previsiblemente, Fernando Cabezas, recibieron sus respectivas bandas, coronas, etc. y aunque las fiestas en su casa se redujeron drásticamente en los últimos años, no así su entrega al club, asistiendo a prácticamente todos los encuentros de Gran Cordero, carreras para dar besos incluidas.

El momento cumbre de su carrera llegó en verano de 2005 cuando pasó de "viceculo" a "presidenta" en una sola jugada, para evidente enfado de cierto barbudo al que sólo le llegaban cuatros y cincos.

Tras ese momento y una vez cumplido su ciclo electoral de cuatro años (2001-05), consideró que "es bueno que la gente vea caras nuevas y yo deje de despertarme a las 9 de la mañana en fin de semana", dejando inesperadamente el cargo y un legado difícil de superar por su sucesora.